Postmodernidad: La Era del Vacío (1).
Gilles Lipovetsky, en su obra más reconocida ‘La Era del Vació’, nos interpela a ir más allá del nihilismo constatado por Nietzsche y pensar acerca de la condición de nuestra era postmoderna como una cierta conmoción de la sociedad, en tanto: difuminación de las costumbres; predominancia del consumo masificado; aparición de nuevas formas de control del comportamiento; diversificación de los modos de vida; y por sobre todo emergencia de un modo de individualización inédito hasta ahora en la historia de la cultura occidental.
Antes de nada... ¿qué es eso de la postmodernidad?
En uno de sus múltiples trabajos de síntesis, ‘Teoría Social Postmoderna’, George Ritzer afirma que «hay muchas formas de caracterizar la diferencia entre los mundos moderno y postmoderno, pero, como ejemplo, una de las mejores es la diferencia en puntos de vista sobre si es posible encontrar soluciones racionales (...) a los problemas de la sociedad» (1997: 6). En otras palabras, la época postmoderna, la postmodernidad, desespera de la razón, pierde la fe en la razón.
¿Qué rasgos caracterizan la cultura postmoderna (la cultura de un mundo, recordemos, que ha dejado de fiarse de la razón)? A juicio de Ritzer (1997: 8 – 9):
1) La crítica de la sociedad moderna y su fracaso en cumplir las promesas que teóricamente legitimaban el orden de las cosas. De nuevo, el fracaso de la razón, en tanto la razón ha sido el gran instrumento (o se supone que lo ha sido) con el que la sociedad moderna pretendía cumplir esas promesas.
2) Rechazo de las grandes explicaciones unitarias y coherentes, llámense cosmovisiones, metarrelatos, grandes relatos, totalizaciones... La época moderna ha querido explicar el mundo con grandes teorías de ambición universal que diesen cuenta, partiendo de unas pocas premisas clave, de la inabarcable diversidad del mundo empírico.
3) Énfasis en fenómenos premodernos: emoción, sentimientos, intuición, especulación, metafísica, hábitos y costumbres, experiencia personal, tradición, cosmología, magia, mito... En última instancia, se trata de una labor de rescate de elementos de la experiencia humana que la sociedad moderna había desestimado por cuanto entraban en contradicción con las bases sobre las que se asentaba su proyecto.
4) Desafío a los límites modernos. En otras palabras, crítica del sistema de categorías que ordenaba la sociedad moderna. Se rechazan definiciones, barreras entre disciplinas (académicas y no académicas), se pone en tela de juicio la diferencia entre realidad y ficción. No es simplemente un ataque al vocabulario moderno; es un ataque a una forma de ordenar el mundo.
5) Atención a la periferia de la sociedad, no a su centro, considerando el centro como aquellas instancias más eminentes y visibles que hipotéticamente tienen mayor importancia en una sociedad. Es decir, observar y estudiar, por ejemplo, las prácticas cotidianas de un grupo marginal en lugar del gobierno de una nación.
Narciso o la estrategia del vacío (2)
A cada generación le gusta reconocerse y encontrar su identidad en una gran figura mitológica o legendaria que reinterpreta en función de los problemas del momento: Edipo como emblema universal, Prometeo, Fausto o Sísifo como espejos de la condición moderna. Hoy Narciso es el símbolo de nuestro tiempo. […] Más allá de la moda y de las caricaturas que pueden hacerse aquí o allá del neo-narcisismo, su aparición en la escena intelectual presenta el enorme interés de obligarnos a registrar en toda su radicalidad la mutación antropológica que se realiza ante nuestros ojos y que todos sentimos de alguna manera, aunque sea confusamente. Aparece un nuevo estadio del individualismo: el narcisismo designa el surgimiento de un perfil inédito del individuo en sus relaciones con él mismo y su cuerpo, con los demás, el mundo y el tiempo, en el momento en que el “capitalismo” autoritario cede el paso a un capitalismo hedonista y permisivo, acaba la edad de oro del individualismo competitivo a nivel económico, sentimental a nivel doméstico (E. Shorter), revolucionario a nivel político y artístico, y se extiende un individualismo puro, desprovisto de los últimos valores sociales y morales que coexistían aún con el reino glorioso del homo economicus, de la familia, de la revolución y del arte; emancipada de cualquier marco trascendental, la propia esfera privada cambia de sentido, expuesta como está únicamente a los deseos cambiantes de los individuos. Si la modernidad se identifica con el espíritu de empresa, con la esperanza futurista, está claro que por su indiferencia histórica el narcisismo inaugura la posmodernidad, última fase del homo aequalis.
El vacío.
‘¡Si al menos pudiera sentir algo!’: esta es la formula que traduce la ‘nueva’ desesperación que afecta a un numero cada vez mayor de personas. Los trastornos narcisistas se presentan no tanto en forma de trastornos con síntomas claros y bien definidos, sino más bien como ‘trastornos de carácter’ caracterizados por un malestar difuso que lo invade todo, un sentimiento de vacío interior y de absurdidad de la vida, una incapacidad para sentir las cosas y los seres. Los síntomas neuróticos que correspondían al capitalismo autoritario y puritano han dejado paso bajo el empuje de la sociedad permisiva, a desordenes narcisistas, imprecisos e intermitentes. Los pacientes ya no sufren síntomas fijos sino de trastornos vagos y difusos; la patología mental obedece a la ley de la época que rinde a la reducción de rigideces así como la licuación de las relevancias estables: la crispación neurótica ha sido substituida por la flotación narcisista. Imposibilidad de sentir, vacío emotivo, que la desubstanciación ha llegado a su término, explicitando la verdad del proceso narcisista, como estrategia del vacío.
El des-vincularse del otro… huida del sentimiento.
[…] los individuos aspiran cada vez más a un desapego emocional, en razón de los riesgos de inestabilidad que sufren en la actualidad las relaciones personales. Tener relaciones interindividuales sin un compromiso profundo, no sentirse vulnerable, desarrollar la propia independencia afectiva, vivir solo, ese seria el perfil de Narciso. El miedo a la decepción, el miedo a las pasiones descontroladas: la huida del sentimiento. Al preconizar el cool sex y las relaciones libres, al condenar los celos y la posesividad, se trata de hecho de enfriar el sexo, de expurgarlo de cualquier tensión emocional para llegar a un estado de indiferencia, de desapego, no sólo para protegerse de las decepciones amorosas, sino también para protegerse de los propios impulsos que amenazan el equilibrio interior. La liberación sexual, el feminismo, la pornografía, apuntan a un mismo fin: Levantar barreras contra las emociones y dejar de lado las intensidades afectivas. Fin de la cultura sentimental, fin del happy end, fin del melodrama y nacimiento de una cultural cool en la que cada cual vive en un bunker de indiferencia, a salvo de sus pasiones y de las de los otros.
Notas:
1. Gilles Lipovetsky. ’La era del vacío’, Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Anagrama, Barcelona, 1996.
2. Selección y adaptación del departamento de filosofía LEMS desde: Gilles Lipovetsky. ’La era del vacío’, Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Anagrama, Barcelona, 1996.
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